
Guinea, Mali, Burkina Fasso. Nombres que de pronto nos son familiares, pero ¿sabemos realmente cuánto les debemos en agradecimiento?
Un sonido puede explicar por sí solo de dónde venimos. Sólo hace falta preguntar.
Un hombre y su instrumento. Un vínculo innegable y necesario.
Al tambor hay que darlo a luz, criarlo y convivir con él cada día, aceptar todo lo que tiene para darnos, y brindarle todo lo que tenemos para él.
El djembefola argentino Ari Sender, tuvo estas sospechas desde el comienzo de su carrera. Las mismas se volvieron certezas cuando hizo caso a ese llamado interno de vivir con, y para el tambor, y viajó a África buscando respuestas.
Hay un lugar que todavía es cuna de nuestra cultura. Un lugar que es hogar y madre, que no separa sino que une a pesar de la distancia.
Casi podríamos arriesgarnos a decir que en África la música no se elige, sino que es parte de la naturaleza, parte del hombre.
La música hablando, la música guiando en cada aspecto de la vida, recordando lo andado y proponiendo el camino a seguir.
Pero mejor dejemos que hable él, que no perdió su tiempo y "aprendió África" de la manera más tradicional. Tratemos de que sus relatos nos lleven a este continente, que nos sigue mostrando lo más elemental y genuino de la especie humana: La tierra, las raíces. Escuchemos a África, con su gente y su cultura más viva que nunca.
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